La respuesta clara es que sí, pero sin otorgarle un valor taumatúrgico, milagroso. Existen varios factores que, como en todo medicamento, limitan su eficacia.
Uno de ellos es que, en función del tipo de vacuna, entre un 20 y un 15% de la población no llega a inmunizarse. Esto significa, por ejemplo, que cada 100.000 personas que puedan vivir en una población, habrá entre 15.000 y 20.000 que a pesar de estar vacunadas no permanecerán protegidas.
El segundo factor es que todos los tipos de vacuna existentes contra el SARS-CoV-2 protegen al portador, pero no evitan la transmisión a terceras personas, y en todo caso la debilitan. Por tanto, no se corta absolutamente la transmisibilidad del coronavirus.
El tercer factor es el más importante y ahora ya con un mínimo de experiencias queda claro que la vacuna a partir del cuarto mes comienza a perder efectividad. Concretamente, la merma es de un 59% a partir de los 120 días. Pero, en todo caso evita o limita los graves efectos de la enfermedad, pero no garantiza ya la misma protección que al inicio. Este hecho significa en nuestro caso que todas las personas vacunadas antes de julio han visto reducida su protección y cuanto más inicial fue la dosis completa, mayor pérdida se habrá registrado.
Esto explica que a pesar de que se llegue a altas tasas de vacunación, no se produzca la inmunidad de grupo, aquella situación en la que el virus ya no se transmite o lo hace con mucha dificultad. Y también explica que a pesar de que es suficientemente clara la correlación entre el nivel de vacunación y afectación de la covid, haya en Europa importantes extensiones.
Si consideramos los 10 primeros países, cuatro de ellos obtienen resultados que no mantienen esta correlación, señalando este indicador, un 40% de excepcionalidad. Portugal es primero en número de vacunados, pero ocupa la 4a. posición en incidencia por cada 100.000 habitantes. Más extremo es el caso de Irlanda, siendo el tercer país en el ranking de vacunación y ocupando la 8a. posición en afectación de la covid. Es evidente que aquí la vacuna no está protegiendo lo que a priori podría considerarse.
Hay dos casos que se ubican en el ámbito contrario. Suecia ocupa el 7º puesto en vacunación, o sea está a la cola, pero es el segundo en número de casos (el primero es España, que es a la vez el 2º en número de personas vacunadas; en este caso la correlación es clara). Es aún más estallando el caso polaco. Ocupa el último puesto de los 10 países considerados en cuanto a la vacunación, y presenta una cifra comparativa muy baja, sólo el 53% tiene la dosis completa (en España está cerca del 80%), pero se sitúa en 5º lugar en cuanto al número de casos, claramente mejor que Alemania, Holanda y ya no digamos la indicada Irlanda.
Sánchez una vez más peca de irresponsable al sacar pecho sobre la vacunación y al no introducir prevenciones y reservas en la población. Su alocada vocación de salir siempre al escenario dando buenas noticias transmite a la población un mensaje equivocado: en las actuales circunstancias la vacunación es importante, pero no es suficiente. De hecho en este momento en España, contando la cantidad de personas que se vacunaron en los primeros meses de este año y el margen de fallo de las vacunas aplicadas, puede considerarse que casi la mitad de la población vacunada tiene una defensa débil. Y esto en la perspectiva de las fiestas navideñas y las temperaturas más frías es generador de un problema potencial grave.
Un indicador anticipado de este hecho, en el caso de Cataluña, puede darlo la repentina elevación de la transmisión de casos en las escuelas, que ha hecho disuadir la medida inicial de quitarse la mascarilla a los patios.
Hay un segundo indicador anticipado muy útil, pero del que no se han dado datos de forma reciente. Es la presencia del coronavirus en las aguas residuales. Sólo sabemos que en el caso de Madrid no registra ningún pico y es una buena noticia, pero desconocemos la situación de Barcelona y otras poblaciones. Haría bien el ministerio de Sanidad en informar regularmente de este tipo de análisis, que ayuda a todo el mundo a tomar conciencia de cuál es la situación real.
La conclusión es suficientemente clara: hay que aumentar la velocidad de la tercera dosis. No puede ser que ahora se esté anunciando que se empezará a vacunar a las personas de más de 60 años cuando en realidad debería estar vacunando a toda la población adulta. Por otra parte, se mantiene la grave carencia por parte del gobierno español de no haber legislado específicamente una ley de salud pública para la pandemia. Una necesidad que es reclamada desde hace más de un año y que no se entiende por qué razones Sánchez se niega a sacar adelante. Este agujero legislativo impide que las comunidades autónomas puedan adoptar medidas, por estar fuera de sus competencias.