Quien fuera el arquitecto jefe del Ayuntamiento durante el más brillante periodo de la ciudad regido por Pasqual Maragall, Josep Antoni Acebillo, acentuó sus ya conocidas críticas contra el urbanismo de Ada Colau, en la conferencia que impartió en el Cercle del Liceu.
Acebillo, que dispone de la autoridad técnica de tantos años al frente del urbanismo de la ciudad y de sus resultados, llegó a incitar a los ciudadanos de Barcelona a que denunciaran las malas prácticas de la alcaldesa. Una de sus tesis principales es que la combinación de urbanismo táctico, supermanzanas y reducción de vehículos en los términos en los que opera Colau, conllevará la destrucción económica del Eixample y con él el del conjunto de Barcelona. Es un frente de desgaste importante porque en él coinciden, desde posiciones muy diferentes, muchos grupos y personas de la sociedad de Barcelona, que no entienden el juego de obstáculos y colores de un notable mal gusto estético que Colau ha desplegado. A este hecho, que altera sustancialmente el espacio público, patrimonio de todos, se añaden dos más en este mismo espacio siempre sensible a los juegos de equilibrios.
Uno es el desmesurado crecimiento de las terrazas de los bares adoptado como una medida de emergencia para paliar el golpe de la pandemia y las restricciones al uso del espacio interno, en muchos casos han desbordado toda racionalidad y se han convertido en una apropiación indebida del espacio público. Sólo hay que ver la situación del chaflán de Villarroel con la Diagonal y el espacio que ocupan las mesas del bar-restaurante Europa, para constatar la magnitud de este abuso. Es evidente que no se puede pasar de 100 a 0 en poco tiempo, y que la Covid aún colea, pero también es evidente que un ayuntamiento responsable empezaría a acotar los excesos.
Y si este es un problema que empieza a hacerse notar en la opinión de los barceloneses, hay otro que ya se ha salido de madre, y es la ley de la selva que patinetes y bicicletas imponen en las aceras de la ciudad sin que hasta ahora se haya sabido encontrar ningún remedio. La gestión de la Guardia Urbana es absolutamente inexistente por mucho que de vez en cuando recuerden que han puesto varias sanciones. La verdad es que estos ingenios se han apoderado de la ciudad abusando de los más débiles, que es la gente que camina.
Todos estos problemas son fruto de decisiones y actitudes equivocadas por parte de Ada Colau. No son los únicos aspectos de importancia a reseñar. Otro, que al ciudadano de Barcelona le resulta muy difícil de entender, es la polémica que vive la instalación del Hermitage en Barcelona. No se entiende por qué un equipamiento de calidad como éste encuentra tanta oposición municipal, más cuando no llegar a un acuerdo conllevará sin lugar a dudas un proceso judicial que el Ayuntamiento tiene todas las de perder y que al menos podría representar una indemnización por daño emergente y lucro cesante que como mínimo se situaría en 150 millones de euros, porque hay una concesión administrativa por un plazo de 35 años prorrogable a 15 más que el Ayuntamiento, en su momento, concedió. Es un caso más de los muchos que se acumulan en el balance de Ada Colau.
En realidad, su gestión es un ejemplo de modelo fallido. Nada de lo que definió al inicio de su mandato se ha llevado a cabo, más bien ha actuado de manera errática y contradictoria. Ha fracasado en la mayoría de iniciativas que ha emprendido para resolver los problemas de la ciudad y mantiene en pie banderas rechazadas por la mayoría de ciudadanos, como el tranvía por la Diagonal, al considerar que su opinión, y no la de la gente de Barcelona, es la que cuenta. Primero se opuso al turismo y puso todos los palos en las ruedas que podía. Después implora que vuelva, pero la realidad hace que el poco que viene sea aquel que menos deseamos, llamado por la imagen de Barcelona como epicentro de turismo de borrachera del sur de Europa, de ciudad donde impera una permisividad total para hacer todo lo que en sus países les es imposible.
Estamos ante un fracaso que requiere un nuevo proyecto de ciudad que no sea, como hace Collboni colaborador necesario de Ada Colau, una serie de conceptos de moda. Sino, que exprese una estrategia real que permita salir del agujero negro que la combinación de una mala gestión municipal y la pandemia han situado a la ciudad.
Si no están de acuerdo con la gestión Colau, os llamamos a ser los primeros en conocer y participar en la iniciativa para un nuevo gobierno de ciudad junto con aquellos que ya dan testimonio de ella. Rellene el formulario si desea adherirse. Comenzamos así a hacer juntos el camino.
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