Segundo, que la inmigración sigue siendo un tabú en Europa, con una pasmosa capacidad de sembrar la cizaña y desestabilizar tanto a instituciones como a la opinión pública.
Tercero, que con un gobierno progresista ingenuamente pro-inmigración en Madrid el impacto de la entrada masiva en Ceuta sería aún mayor: Sánchez se vería en un aprieto entre su discurso habitual y la presión de la oposición. Además, al acoger España a los menores (y con suerte a parte de los mayores) se produciría un efecto llamada sobre nuevas oleadas de inmigrantes que darían todavía mayor influencia a Marruecos.
Y cuarto, que a Turquía el chantaje migratorio a la Unión Europea le funciona estupendamente bien.
España (y la población de Ceuta en particular) está sufriendo en carne propia la debilidad de su gobiernosy la falta de rumbo geopolítico.
Si ni siquiera somos capaces de mantener a raya al vecino del sur, que tiene (por el momento) una población y PIB inferiores a los españoles, ¿cómo alcanzar objetivos de política exterior y de seguridad que garanticen la paz y la prosperidad de nuestro país en mundo cada vez más convulso?
No es una pregunta retórica. La respuesta es simplemente que no se podrá.
Hoy en día, el Ministerio de Asuntos Exteriores de España es un cascarón de embajadas menguantes que se limitan (exagerando algo) al trabajo consular. Lo mismo sucede con el Ministerio de Defensa, un enano que dispone de menos del 1% del PIB (el 1,17% de gasto militar sobre el PIB del 2020 fue una anomalía debida a la crisis económica).
El problema no se limita a la falta de medios materiales, sino de voluntad política, de estrategia
A pesar de lo que se podría creer, el problema no se limita a la falta de medios materiales, sino de voluntad política, de estrategia.
Desde las más altas instancias del gobierno las cuestiones de defensa y seguridad ocupan desde hace mucho un tímido segundo plano. De acuerdo, son más visibles que las políticas familiares (¿familia? ¿Y eso que es?), pero tampoco figuran en ninguno de los ocho capítulos del plan España 2050.
De hecho, el término «defensa» aparece una sola vez en el texto… y se refiere a la lucha contra incendios. Compruébese directamente en el soberbio documento de 676 páginas presentado a bombo y platillo por Pedro Sánchez.
A estas alturas, ¿de veras alguien puede creer seriamente que la defensa y la seguridad no deben ocupar al menos uno de los ocho capítulos que describen como debe ser España en el 2050?
¿Alguien puede creer seriamente que la defensa y la seguridad no deben ocupar al menos uno de los ocho capítulos que describen como debe ser España en el 2050?
Como documento de valor estratégico, el plan España 2050 es una broma de mal gusto.
Por cierto, es una lástima que antes de publicarlo nadie en la Moncloa se haya leído el plan del Reino Unido post-Brexit, titulado «Gran Bretaña global en una era competitiva». Eso sí que es una estrategia de largo plazo digna de tal nombre.
Volviendo a España, la falta de cultura estratégica junto con la ingenuidad propia del progresismo y la escasez de medios han hecho que, hoy en día, nadie se tome en serio a España.
Dicho de otro modo, nuestro país ni sabe ni puede defender sus intereses ante otros estados y actores no estatales.
Nuestro país ni sabe ni puede defender sus intereses ante otros estados y actores no estatales
Para empeorar las cosas, lo mismo sucede con Europa.
En 2019 la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dijo a nuestro compatriota Josep Borrell, recién nombrado jefe de la diplomacia europea: «debemos ser una Comisión geopolítica«.
Resulta paradójico que sea esta misma Comisión la que haya encajado las peores humillaciones de parte de los rivales de Europa.
Recordemos algunas de las más memorables: expulsión en vivo y en directo de diplomáticos europeos en Rusia con el mismísimo Borell estando de visita en Moscú, sofagate infligido por Erdogan y, no olvidemos, Charles Michel (el presidente del Consejo Europeo) a la mismísima Von der Leyen y, más recientemente, el secuestro de un avión de Ryanair en un vuelo entre dos ciudades de la UE por parte del gobierno de Bielorrusia.
Pero no se preocupen que todavía nos quedan tres años por delante de la Comisión más geopolítica de la historia.
En definitiva, nadie respeta a España ni a Europa como actores geopolíticos. Ni sus vecinos mas próximos (Bielorrusia, Turquía o Marruecos) ni, desde luego, sus rivales globales (Rusia, China). Sus ciudadanos, nosotros, ya hemos empezado a sufrir las consecuencias, pero éstas irán cada vez a más.
El estado en que por desgracia se encuentra nuestro mundo hace más que nunca urgente una estrategia de defensa y seguridad digna de tal nombre. De hecho, se precisa de dos: una a escala estatal y otra (de mínimos) a escala europea.
Solo con documentos no basta: se debe contar con los medios y con la voluntad política para ponerlos en práctica
Pero solo con documentos no basta: estos planes deben contar con los medios y la voluntad política para ponerlos en práctica.
Tal y como indican los estudios de opinión más recientes, los ciudadanos europeos se consideran cada vez más de derechas, y por lo tanto partidarios de la inversión en defensa y seguridad. La demanda, así pues, existe. ¿Cuando responderán con la correspondiente oferta nuestros gobernantes?