La conurbación emite 13 millones de toneladas de CO2 anualmente y de éstas sólo 3,4 se generan en Barcelona, es decir, menos del 25%
Colau ha ido desplazando a lo largo de su segundo mandato el eje inicial que ponía todo el acento en la vivienda y en la contaminación.
Los migrados resultados alcanzados en lo que era su bandera, la lentitud con que el Ayuntamiento actúa en el terreno habitacional, ha hecho emerger cada vez con más fuerza el tema de la contaminación hasta llegar a presentarla con ribetes de criminalización, y haciendo responsable de esta mala situación a los coches que circulan por la ciudad.
A partir de esta bandera se ha desarrollado el planteamiento de transformar todo el ensanche en supermanzanas, restringiendo su capacidad de admisión de vehículos a una tercera parte de la actual, al menos como propósito.
La primera línea de frente de esta actuación ha sido el descabellado urbanismo táctico que ha llenado las calles de colorines que desorientan y que facilitan la peligrosa confusión entre peatones, bicicletas y patinetes, y vierten pilotes de hormigón en nuestras calles.
Además, quiere introducir una línea tan fuera de juego como es el tranvía en una de las partes más densas de Barcelona, la Diagonal. Y todo esto se quiere hacer sin un replanteamiento global del sistema de transporte. Todo se basa en hacer la vida imposible al coche, y además aplicándolo en un periodo de crisis económica como hace muchos años, de hecho hasta el fin de la Guerra Civil, que no sufría Barcelona.
Todo este gran desorden conceptual se justifica en un único punto: la peligrosa contaminación de la ciudad. Pero, mira por dónde, ahora resulta que el estudio publicado por el Área Metropolitana de Barcelona, que nominalmente preside Ada Colau, señala que el problema es otro.
Se trata de un estudio sobre la contaminación en el AMB y que en términos resumidos dice que la conurbación emite 13 millones de toneladas de CO2 anualmente y de estas sólo 3,4 se generan en Barcelona, es decir, menos del 25 %.
El estudio también señala que la incidencia de la ciudad es comparativamente pequeña porque en relación con la población que tiene su impacto contaminante debería ser del doble. Por tanto, el problema de la contaminación de la ciudad en primerísimo término no radica en la actividad que se realiza en sus reducidos límites, que en comparación, queda bien situada, sino en el conjunto de la movilidad y actividad metropolitana. Y como la atmósfera no tiene fronteras, aunque se reduzca más el restringido tráfico de la ciudad, la contaminación la continuará invadiendo porque la fuente principal está situada en todo su gran entorno metropolitano .
La consecuencia es obvia: si se quiere luchar contra la contaminación, sólo es posible hacerlo desde un planteamiento a nivel de la AMB , lo que está plenamente en manos de Ada Colau porque es ella la primera responsable política de este organismo, que bajo su presidencia lleva una vida aletargada porque nuestra alcaldesa no tiene una visión que vaya más allá de los estrictos límites municipales de Barcelona.
Se ve claramente, por tanto, que todo el artificio y discurso municipal está montado sobre una construcción falsa que conduce a un doble fracaso. El primero en cuanto a lo que quiere evitar, la contaminación. Y el segundo por las condiciones económicas y de vida de los barceloneses, a los que perjudica con sus preocupaciones.
Por otra parte la contaminación sectorial revela que se ha producido una disminución del total de toneladas de CO2, desde 2005, pasando de 19,6 millones a 13 millones actuales. Esta reducción ha sido generalizada, excepto en el capítulo del aeropuerto, que ha registrado un gran crecimiento del orden de un 77% hasta 2018 y del puerto de Barcelona en un 10%. Incrementos extraordinariamente importantes si se considera que la reducción del conjunto ha sido del 33,5%.
De hecho, actuar sobre la AMB, ateniéndonos a la importancia de cada sector contaminante, significa una acción sobre el transporte que es el número uno, pero ya en segundo término sobre los servicios, el puerto y el aeropuerto y el actividad doméstica, por este orden.
Esta es la respuesta al problema de la contaminación de acuerdo con los datos de la misma AMB y no las obsesiones ideológicas que postula Ada Colau.