Como si de una partida de mus se tratara, aunque ninguno de los protagonistas sabe jugar, en la dialéctica ERC-JxCat ha aparecido el «órdago» que significa que «es el envite en el juego que, si se acepta, decide la partida». También se puede interpretar como una jugada muy fuerte o incluso excelente. Claro que también la realidad podría estar más próxima a otra apuesta de cartas de un juego muy diferente, el » arol » en el póquer, cuando el jugador tira una apuesta buscando hacer creer que tiene cartas en la mano mucho mejores de las que en realidad detenta.
Sea órdago, sea farol, JxCat y ERC se han empeñado ahora en situar la posibilidad de un gobierno de sólo ERC con el apoyo de la CUP. Una posibilidad que un sector de Junts vería con buenos ojos, pasar a la oposición para jugar fuerte en el conflicto, pero que hay otra cuya posibilidad hace temblar las piernas porque todos ellos han vivido prácticamente toda su vida profesional o casi toda bajo el cobijo del gobierno, ya antes con el convergente Artur Mas, en el espacio privilegiado de convenios y contratos.
ERC parece que acepta la posibilidad sabiendo que no puede confiar en la CUP porque se vería fácilmente desbordada, y que el apoyo que le brindan Comuns y socialistas pasa por quedar indefensa ante Madrid. Adiós reivindicación independentista por teórica que sea. Y esto también provoca temblor de piernas.
¿Se impondrá la jugada de alguna de las dos partidas? ¿La tradicional o la de póquer? ¿O al final el principio de necesidad llevará a ambas fuerzas a pactar?
Por si fuera poco, dos hechos últimos complican más el panorama. Uno, el más reciente, es el regreso a la prisión de Carmen Forcadell y Dolores Bassas, porque el juez ha considerado los argumentos contrarios de la fiscalía en su actual estatus de libertad. Una vez más la estrategia de ERC se ve cuestionada por los hechos. La pregunta es obvia: ¿en qué se nota el diálogo con el gobierno?, ¿cuáles han sido los cambios en positivos que se han producido favorables a las necesidades de este partido político? La respuesta es evidente: ninguna.
Y no será porque el gobierno Sánchez no se harte de producir hechos poco presentables desde el punto de vista de la formalidad jurídica y democrática. Por citar dos bien recientes. No hacer dimitir al ministro del Interior después de que la justicia consideró ilícita su destitución del jefe de la Guardia Civil de Madrid es, al margen de otras consideraciones, un pasarse por el forro las formalidades que toda práctica democrática exige, como lo es haber declarado a la pequeña compañía de aviación, Plus Ultra, como interés estratégico. En otras palabras, el gobierno de Sánchez sí es capaz de saltarse a la torera las normas o de retorcerlas, excepto si la cuestión hace referencia a Cataluña. Entonces, su prudencia se convierte en exquisita. Naturalmente todo esto resta credibilidad a la posición de Junqueras y Aragonés.
Pero, por otro lado, la defenestración de Alonso-Cuevillas de la mesa del Parlamento sitúa a JxCat en una posición de debilidad, porque para prosperar el nombre de su sustituta, que debe ser votado en el pleno, necesita los votos republicanos, ya que, de lo contrario, se puede acabar perdiendo la cuarta secretaría que hasta ahora detentaba.