La crisis que muchos dan por terminal de Cs y el paso de la mayoría de los votantes que les quedan hacia las filas del PP, podrían trastocar absolutamente el escenario político español, de hacerse realidad, claro.
Si el azul es el color del PP, una concentración del voto de Cs en esta formación daría lugar a una España teñida de azul. Si se produjera la máxima movilización de votantes de cada bloque, sólo tres provincias de Andalucía, además de Cataluña, Navarra y el País Vasco quedarían fuera de la hegemonía del nuevo PP. Y si la movilización fuera mínima, el número de circunscripciones socialistas aumentaría en Andalucía, en Extremadura, en Navarra, en Asturias, y en un par de circunscripciones de Castilla la Mancha, pero la hegemonía seguiría siendo azul.
Contrastaría esta situación con el escenario actual, en el que, en las elecciones generales, el PP sólo ganó en 9 provincias. Por tanto, el futuro de Cs condiciona en unos términos extraordinarios la gobernación en España.
Con todo, las hipótesis más favorables a la derecha dan pie siempre a dos importantes excepciones: el País Vasco, con la hegemonía del PNV, y Cataluña donde la provincia de Barcelona se mantiene siempre socialista, mientras que en las tres otras circunscripciones se inclinan hacia ERC.
Este hecho, a su vez, se ve agravado por la débil posición del PP, que obtiene poquísimos escaños, especialmente en el caso de Barcelona, considerando la magnitud de los diputados que esta circunscripción aporta el Congreso. Hay en este caso un importante agujero negro que ni la mejor de las hipótesis consigue resolver. Es la gran asignatura pendiente del PP.
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