Los medios de comunicación han informado ampliamente del nuevo complemento de maternidad que se aplica a la pensión de las mujeres y en relación con el número de hijos. En algunos casos también el sujeto puede ser el hombre, pero en todo caso, debe demostrar que la paternidad ha penalizado sus ingresos profesionales en una medida mayor que en la mujer.
En el caso de las parejas homosexuales, sería la persona de más bajo ingreso quien percibiría esta renta, que hay que decir que es muy modesta. Representa 378 euros anuales por cada hijo y hasta un máximo de cuatro. Por lo tanto, entre 14 pagas, la mujer se ve recompensada con 27 euros al mes.
Es evidente que esta medida no resuelve un problema mucho más profundo, que no es sólo que la mujer pierda ingresos por maternidad, sino que las familias con hijos hacen una aportación extraordinaria a la sociedad con el cuidado y educación de los mismos, que se traduce después, cuando éstos llegan a la edad activa, en beneficios para el conjunto de la sociedad en forma de aportación fiscal y cuotas a la Seguridad Social.
Pero, este esfuerzo no tiene recompensa por parte de las políticas públicas, porque hay que recordar que las pensiones actuales, y las futuras, las pagan la gente que trabaja y no la cotización hecha en su momento por el perceptor de la pensión. En otros términos, la pagan los hijos que se tienen. Este hecho sitúa en una fuerte discriminación en relación con las personas que no tienen hijos, porque a igualdad de ingresos estas segundas tienen una mayor capacidad de ahorro porque no tienen el gasto generado por la filiación. Por lo tanto, está en sus manos complementar la pensión pública con planes de pensión privados. El sistema actual, por lo tanto, produce una fuerte contradicción: Beneficia más a aquellos que con su esfuerzo no contribuyen al común de las pensiones, sino que se benefician individualmente.
Toda esta cuestión, la escasa solución del ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá, no la resuelve. Pero es que además hace algo peor, castiga a las madres que han tenido más de un hijo. En el escenario anterior a la actual prestación las madres percibían un porcentaje en función del número de descendientes. El 5% en el caso de tener dos hijos, el 10% si eran tres, y el 15% a partir del cuarto. Era un valor relativo que crecía en función del número de hijos. Ahora es un valor fijo por hijo, con independencia de cuál sea la pensión que percibe la persona.
Este nuevo sistema perjudica claramente a las familias que tienen más de 2 hijos y a la clase media. El gobierno ha cambiado el sistema no para mejorarlo, no para poner fin a la discriminación, sino para perjudicar a las familias numerosas de clase media. Este enfoque, que Escrivá lo califica de redistributivo en un exceso de optimismo, si bien lo que redistribuye no está entre los que ganan mucho y los que ganan poco, porque los primeros quedan en buena parte fuera de esta lógica de las pensiones, sino entre los castigados de siempre, las rentas medias y las familias con hijos. Con este tipo de planteamientos, no es de extrañar que España se vaya hundiendo en la crisis demográfica.