Los proyectos que presenta Cataluña para obtener unos recursos que cifra en más de 40.000 millones de euros presentan un grave interrogante, porque no nacen de un diagnóstico previo cuidadoso que dé pie a los objetivos que los proyectos cubren, sino que es un cajón de sastre donde aparecen mezcladas iniciativas claramente positivas con otros difícilmente justificadas, al tiempo que se dan grandes omisiones en ámbitos en los que sería necesario actuar. Esta irregularidad en el planteamiento se hace patente en el capítulo de las contradicciones.
Uno de los grandes proyectos está dirigido a fortalecer el clúster de la automoción en Cataluña y cubrir el agujero negro que deja Nissan con su cierre. La respuesta es una fábrica de baterías, además de otras actividades fabriles con ella conectadas, como su reciclaje o el desarrollo de una nueva generación de cargadores públicos de electricidad para los vehículos. Es uno de los proyectos más grandes porque significa 6.870 millones de euros. Pero además es que la apuesta del clúster del automóvil en Barcelona juega en contra el proyecto urbanístico de Colau de transformar la ciudad en supermanzanas y que significa inexorablemente la reducción del tráfico de vehículos en una tercera parte, lo que equivale a emprender una guerra contra el coche, que ya es bien visible en la actualidad.
¿Cómo liga el fomento de la industria del automóvil con la cancelación de su uso en la capital y motor de Cataluña que es Barcelona? Es absurdo. Como es absurdo incorporar el tranvía de Colau como un gran proyecto para Europa en nombre de evitar la contaminación, cuando donde se produciría el impacto real y potente sería en la rápida transformación de todo el transporte urbano de superficie de la ciudad en eléctrico. Aquí sí que se produciría un impacto ambiental potente. El del tranvía, que sustituirá unas pocas líneas de autobuses y que aumentará la congestión del tráfico en su recorrido, es un balance que puede convertirse incluso en negativo.
No hay una relación entre lo que podríamos llamar las grandes debilidades de Cataluña y los agujeros negros, con los proyectos. Por ejemplo, se aborda la cuestión del uso del agua tanto en regadío como en abastecimiento, pero se olvida del agujero negro del Segarra-Garrigues, que lleva un retraso de más de una década, que sólo riega el 15% de las superficie prevista y que es la segunda inversión más grande que ha hecho nunca la Generalitat. Redefinirlo y aportar fondos para que fuera posible su puesta en valor sería importantísimo desde todos los puntos de vista, pero es el gran olvidado porque, y esta es otra objeción importante, los proyectos sufren de una visión urbanita y se olvidan que Cataluña es mucho más y tiene potenciales para explotar en el ámbito rural. Por ejemplo: es uno de los países con una mayor proporción de monte de Europa, pero nunca ha dispuesto de recursos para realizar una explotación racional y sostenible del bosque.
Pero seguramente allí donde está el agujero más grande es en la enseñanza. Cataluña tiene un déficit extraordinario que afecta a todo el ciclo de primaria, secundaria, incluida la postobligatoria, la inserción profesional y la formación permanente.Todos los diagnósticos internacionales, como el Índice de Progreso Social y los resultados de las mediciones específicas, como pueden ser el informe PISA, señalan esta carencia que deteriora el capital humano, componente básico del progreso económico y la productividad. A pesar de esta característica, no existe ningún proyecto dirigido a abordar el problema. Es una carencia colosal. Del mismo modo que no hay nada para resolver otro importante déficit, el de las deficiencias de la administración pública de la Generalitat y que hace años que necesita una reforma que ahora, con dinero fresco, podría ir ligada a la digitalización de su actividad.