Sería difícil encontrar, en la vida política democrática de Barcelona, un gobierno municipal que gobernara con menos votos por parte de quien ostenta la alcaldía y recibiera más críticas por parte de la ciudadanía. A pesar de este hecho, la oposición municipal es inexistente.
Ahora mismo, Ernest Maragall ha pactado los nuevos presupuestos con Colau y Collboni. Es un hecho insólito que el primer partido de la oposición, es decir, la alternativa y que además ganó las elecciones, no ponga sobre la mesa y contraste su presupuesto alternativo, Porque lo que define este instrumento económico es el modelo político de ciudad que se pretende. Con esta actuación Maragall y ERC dicen bien a las claras que no son un modelo alternativo al de Ada Colau. Y eso es lo que resulta absolutamente insólito. Los que suelen pactar a cambio de determinadas transacciones concretas son los partidos más pequeños, los que no aspiran a tener una respuesta de ciudad, sino que representan determinados estamentos de la misma. Pero la pretendida alternativa de gobierno nunca en toda la historia del ayuntamiento democrático de Barcelona ha pactado el presupuesto y ha dejado vacía la oportunidad de definir cómo lo haría él si gobernara.
De hecho, este pacto dibuja «el estado profundo» de la cuestión de cara al gobierno de Cataluña, que no es otra que un acuerdo entre los tres protagonistas municipales, si bien que con los roles cambiados, para gobernar desde la Generalitat. Ahora, en el Ayuntamiento lleva el timón Ada Colau, que tiene como subalterno a Collboni. Mientras que Maragall aporta el necesario apoyo externo.
En el caso del Parlamento de Cataluña, y en función de los resultados finales si son los que dan las encuestas, Aragonés haría el papel de Colau, Albiach el de Collboni e Iceta el de Maragall. Pero el reparto del pastel seguiría siendo a tres partes.
Por si fuera poco, aparece, como casi siempre en mentes de este tipo, el inefable Valls , del que cada vez se entiende más que el PSF le echó escaleras abajo. Ahora ha resurgido para apoyar el Presupuesto municipal. No es necesario, porque no necesitan sus votos, pero lo hace y obtiene su minuto de gloria. Su razonamiento es el de siempre. Lo mismo que usó para entregarle la alcaldía a Colau: «estamos en un momento excepcional».
Valls vive de excepción en excepción, el resto del tiempo no aparece y su actividad municipal es perfectamente desconocida. Realmente todos aquellos que pensaban que era un hombre que aportaría una nueva visión y práctica de la política por el hecho de haber sido primer ministro en Francia, se han llevado una gran decepción.