La red es un instrumento que abre grandes posibilidades culturales, educativas y comunicativas, hasta ahora inéditas en la historia. Ciertamente los malos usos que se pueden hacer, no desvirtúan el inmenso potencial transformador que tiene la red. Sin embargo, una encuesta realizada a unos alumnos de ética de la Facultad de Comunicación, a la pregunta de si la red nos llevaría a una sociedad más empática, o más apática, la respuesta estuvo muy dividida. Mientras unos apostaban por una sociedad empática, otros veían un futuro marcado por el egoísmo y la agresividad.
Pero en cambio, los descubrimientos más recientes de la neurociencia, ven que nuestra especie es fundamentalmente empática, y esto tiene implicaciones profundas y de largo alcance en la sociedad. Habrá que ver, sin embargo, si la existencia de una sociedad en red, nos llevará por un camino positivo, o será lo contrario. La duda estará en ver si la red potenciará la comunicación o bien el entretenimiento.
En el mejor de los casos, que se potenciara la comunicación empática, que sería potenciar el conocimiento del otro sin una presencia física, el desgaste energético de la transmisión electromagnética sería muy inferior al gasto energético del transporte físico de las personas.
Un encuentro de ámbito internacional, reduce el número de viajes y evita más contaminación atmosférica. Sólo este aspecto, ya de por sí, es bastante importante. Pero, como decía Rovira i Virgili , «para que las cosas marchen bien es necesaria la medida y el límite», que las cosas vayan en la medida justa. Un exceso desproporcionado en el uso de la pantalla en la infancia, puede llevar un déficit en su calidad relacional.
En un lugar mundialmente puntero en tecnología como puede ser Silicon Valley, al norte de California, los expertos limitan el tiempo del uso de pantallas móviles a sus hijos y a los niños en general, y solo el tiempo justo para que aprendan a utilizarlas .
El sociólogo, economista, escritor, orador, asesor político y activista estadounidense, Jeremy Rifkin , formula la pregunta decisiva: «¿estamos a tiempo de lograr la necesaria empatía global para salvar la Tierra del naufragio?» Dar una respuesta taxativa es difícil. Si la conciencia empática crece, y también el sentido de pertenencia a un único mundo, es posible que se superen los viejos intereses egoístas, individualistas y grupales para hacer posible una convivencia digna de este mundo sobre el planeta Tierra, y la viabilidad de nuestra civilización.