Las políticas de cancelación y de exclusión del Ayuntamiento de Barcelona no tienen límite, ni respetan los hechos históricos. Ahora la nueva víctima ha sido el más destacado dirigente de ERC tras la Guerra Civil, Heribert Barrera. Líder indiscutible de esta formación durante la oposición al franquismo y en la transición, en la que llegó a ser el primer presidente del Parlamento de Cataluña, donde rigió la institución con criterio y ponderación. Este catedrático de física de la Universidad de Barcelona mantuvo a lo largo de su vida una trayectoria intachable de honestidad, sencillez y servicio. A pesar de que ERC fue de los últimos partidos en ser legalizados durante la transición, incluso después del Partido Comunista, mantuvo su formación en el marco crítico de la constitucionalidad. Hizo posible el primer gobierno en minoría de Jordi Pujol con su apoyo parlamentario sin participar en el gobierno, coincidiendo de este modo en la misma posición del grupo de centristas de Cataluña-UCD que lideraba otro histórico de la resistencia y transición a Cataluña, el democratacristiano Anton Cañellas. Ellos dos dieron estabilidad al primer gobierno de Jordi Pujol, que hizo posible la recuperación y el prestigio de las instituciones catalanas, que sobre todo benefició electoralmente a Pujol.
Manel Valls, un político catalán sobrevenido, fue quien presentó la iniciativa para retirarle la medalla acusándole de «xenófobo». No deja de ser una paradoja que sea esta persona quien encabece la iniciativa cuando durante su mandato como ministro del Interior en Francia se vio reiteradamente descalificado por sus actitudes contra los gitanos, que llegaron a ser tachadas de «racistas». Pero, evidentemente, la iniciativa de Valls no habría prosperado (sólo tiene dos concejales, él y Eva Parera) sin contar con los votos de la tercera fuerza, el PSC de Jaume Collboni, que justificó su actitud argumentando que en la actualidad su partido no habría votado a favor de otorgarle la medalla. Con esta afirmación el jefe de filas del PSC constata que con su actual política ha adjurado de la trayectoria histórica de su partido. El PSC actual rompe así con una larga trayectoria que ha tenido como máximos exponentes en Barcelona a la mayoría de sus alcaldes: Maragall, Clos y Hereu. Y es en este sentido una censura implícita a sus actitudes políticas. También se aparta del bloque de la transición y se apunta a la línea de Comunes y Podemos de cuestionarla. El argumento de que los socialistas no apoyarían en la actualidad la concesión de la medalla no equivale en significación a su retirada, porque el primer caso se expresaría una disconformidad con la concesión del galardón, mientras que el segundo equivale a una descalificación en toda regla de una de las personas más emblemáticas del catalanismo político.
Naturalmente, esta política de la cancelación aplicada a Barrera contó con el voto entusiasta de los Comunes, que antes ya han retirado nombres de ilustres barceloneses de las calles de la ciudad, como el de Secretari Coloma y el Almirall Aixada, por citar sólo los últimos casos, para sustituirlos por personas que pertenecen al pequeño mundo ideológico de Ada Colau. Desde este punto de vista Barcelona es cada vez más una ciudad más excluyente donde los unos porque son monárquicos, los otros porque en su época la esclavitud era normal, unos terceros que no les gustan y unos cuartos porque pasaban por allí, son excluidos de la referencia histórica de la ciudad. Colau construye un mundo pequeño donde sólo tienen lugar sus ídolos.
Y Cs y el PP demostraron una vez más por qué son tan absolutamente marginales en la política catalana y barcelonesa. Primero criticaron la iniciativa de Valls precisamente por estos criterios de exclusión de las personas, y después terminaron votando a favor de la propuesta, impulsados por su instinto de disparar a todo lo que les parezca excesivamente catalanista.
Este capítulo seguramente traerá cola. Se espera alguna reacción de los actuales presidentes y expresidente del Parlament, entre los que figura Ernest Benach, de ERC, además de los dos de UDC, Núria de Gispert y Miquel Coll i Alentorn, además de Carme Forcadell. También ha enrarecido las relaciones con el gobierno de la Generalitat. En todo caso el hecho más decisivo sería el de las relaciones entre socialistas y republicanos. Pero no parece que este golpe tan grave en la historia reciente de ERC altere el tipo de política que impulsa Rufián en Madrid de entendimiento con el gobierno de izquierdas.