Sánchez presenta una curiosa igualdad con la línea seguida por Zapatero, a pesar de que el resultado final de este último fue políticamente desastroso. El esquema se puede ilustrar con los siguientes puntos:
- Esconderse de las ingratitudes que ocasiona la crisis. El gran crac de 2008, en el caso de Zapatero; la pandemia y sus graves consecuencias económicas, en el caso de Sánchez. Ni en uno ni en otro caso, el presidente aparece diagnosticando la realidad y anunciando previsiones con realismo, ni apuntando respuestas globales.
- Al igual que la evolución de la crisis de 2008, las previsiones de la evolución del Covid-19 en España son francamente negativas. Tanto que el ministro alemán de sanidad se ha pronunciado, en un gesto insólito, sobre nuestro país y la preocupación que le inspira. Hay riesgo de volver a un colapso hospitalario a finales de otoño-principios de invierno.
- Las causas están en la reiteración de errores nunca subsanados por negarse a examinar qué es lo que funcionó mal en un principio. Forma parte de la negación de la realidad que Zapatero practicó con la crisis económica.
- España presenta las peores previsiones económicas de la UE y, de hecho, de los países desarrollados. Es el único país donde no se manifiestan signos de recuperación. En este sentido, los ERTE, una buena solución de emergencia, pueden acabar convirtiéndose en un dopaje de la economía si no se adoptan nuevas medidas.
Hasta aquí las semejanzas entre las dos crisis y la actitud del gobierno, y ahora viene la identidad en la respuesta entre las políticas de Zapatero y Sánchez.
Este último, al igual que aquel, no presenta ninguna respuesta económica de altura más allá de hablar del presupuesto en términos indefinidos y esperar el dinero de la UE, al tiempo que desvía la atención recurriendo a temas del mismo perfil que usó Zapatero. El equivalente de ruptura moral y antropológica que en su momento significó la ley del matrimonio homosexual, ahora esta misión la desarrolla la ley para legalizar la eutanasia.
El segundo recurso es crear un conflicto ideológico en la escuela, en el caso de Zapatero con la asignatura de educación para la ciudadanía, y en el caso de Sánchez introduciendo en el currículum el conocimiento de la «memoria democrática española y la lucha por los valores y libertades democráticas», como si esto no se pudiera desplegar transversalmente y de manera no ideológica en asignaturas como Historia. Lo que hace falta es explicar bien la historia de España, al igual que en el caso de Zapatero lo que se necesitaba era explicar bien la Constitución española y no crear asignaturas ideológicas.
La tercera característica es romper el pacto en que se fundamentó la transición sin vencedores ni vencidos, a base de remover las culpabilidades pasadas a base de una nueva ley de la memoria que promete ser particularmente conflictiva, porque va mucho más allá de lo que intentó Zapatero. Serán factores sensibles la creación de una fiscalía para perseguir delitos con efectos retroactivos y la liquidación de la basílica de la Santa Cruz en el Valle de los Caídos para convertirlo en un cementerio sin identificación religiosa, lo que conllevará la expulsión de la congregación benedictina, un elemento que puede conllevar gran carga divisiva si además se llega a derribar la gran cruz que se encuentra en el Valle.
Como se puede ver, todas estas cuestiones tienen una elevada carga emotiva de polarizar el país cuando ya están fuera de cualquier perspectiva que facilite el consenso y el pacto para trabajar contra la crisis.
La estrategia de Sánchez es muy clara: profundizar el enfrentamiento con el PP y Vox para afianzar el bloque que le permitió llegar al poder y esperar que el tiempo y el dinero de Europa impidan que la crisis económica y sanitaria se lo lleve por delante.
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