ERC, que en las encuestas viene obteniendo un buen resultado, se enfrenta, sin embargo, a un horizonte muy complicado. Su estrategia se fundamenta básicamente en dos puntos: demostrar que es un partido con capacidad de gestión y que la negociación con el gobierno español aporta resultados desde la perspectiva del votante independentista.
Con respecto al primer punto -la gestión-, la pandemia que pone al límite a personas e instituciones y muestra todas sus carencias y debilidades, ha puesto de manifiesto la incompetencia del consejero de Trabajo, Asuntos Sociales y Familia, Chakir El Homrani Lesfar, y la consejera de Sanidad, Alba Vergés. Su incapacidad para abordar los problemas con un mínimo de solvencia, su flaqueza comunicativa y, en definitiva, los malos resultados que han obtenido en dos departamentos fundamentales, revelan que o bien ERC no tiene buenos equipos o que, si los tiene, hace alineaciones equivocadas. La falta de valor político para echarlos de sus cargos demuestra una vez más el partidismo estéril que es característico de nuestros días.
La tercera pieza del trípode social de ERC en el gobierno, el consejero de educación, Josep Bargalló, ha servido para hacer evidente que no tienen ninguna respuesta para las graves carencias de la enseñanza en Cataluña, una verdadera crisis educativa en términos de fracaso y abandono escolar, baja calificación de la mayoría de los alumnos, y poca presencia en los niveles altos de los resultados PISA. En este caso no se puede aducir que el coronavirus tenga ninguna responsabilidad, sino sencillamente que ERC no tiene un proyecto educativo sólido.
El segundo eje de la estrategia, que comenzó bien con la primera reunión de la mesa de diálogo y con algunos entendimientos entre la representación en el Congreso y el gobierno, ha terminado navegando por el mar de la inanidad. La nueva reunión entre gobiernos se arrastra y se acabará haciendo a regañadientes este mes, sin una especial perspectiva de resultados. Las señales previas son decepcionantes en un tema tan sensible como es el de los presos.
Ahora mismo, el Ministerio de Justicia, en contra de lo previsto, descarta presentar este año la reforma del código penal. Una iniciativa básica, porque una pieza decisiva de esta nueva legislación era la revisión de los delitos de rebelión y sedición que habría comportado con mucha probabilidad dejar prácticamente limpios los líderes independentistas y en todo caso reducidos a un problema de desobediencia, lo que hubiera significado hacer desaparecer la cuestión de los presos políticos de la agenda.
La otra cuestión que desdibuja totalmente la relación de ERC con Sánchez es la prioridad del primero para llegar a acuerdos con Cs, un objetivo que incluso avala ahora Pablo Iglesias, como formuló públicamente en el mitin de antes de ayer en el País Vasco. ¿Cómo es posible para un partido que se manifiesta independentista participe en el mismo conglomerado político en el que es pieza destacada otro partido, que no es que no sea independentista, sino que fomentó su éxito basado en el anticatalanismo?
Es evidente que el votante independentista tiene una fe religiosa que lo soporta todo, pero está por ver que los últimos embates, al menos en cuanto a ERC, no tengan consecuencias electorales.