Es bien extraña la manera que tiene el gobierno municipal presidido por Ada Colau de incentivar la difícil recuperación económica de la ciudad. Su receta básica es disfrazar las calles con multitud de gadgets: carriles bici sin bicis, ampliación de la zona peatonal sin peatones porque pasan los patinetes a toda pastilla, coloridas manchas de pintura en la calzada, pilones y más pilones de plástico, terribles bloques de hormigón que seguramente acabarán pintados de color fucsia o con la bandera del arco iris para darles alegría. Es un carnaval de señales. Todo para conseguir que los coches, utilicen el combustible que utilicen, no puedan circular por la ciudad. El resultado es que como la gente sigue teniendo necesidad de desplazarse por exigencias de trabajo, lo que hace es congestionar otras vías de la ciudad. El primer resultado de todo esto es que la contaminación vuelve a crecer, porque lo que contamina es el tiempo que está funcionando el motor y no la distancia que recorre la ciudad. Los embotellamientos son la primera causa de impacto ambiental de los vehículos.
Por si no fuera suficiente esta manía de cerrar calles, Consell de Cent, Girona, Rocafort, laterales de la Diagonal y la Gran Vía, restricciones en la Via Laietana, que lo que hacen es castigar al comercio del área central de la ciudad y de Ciutat Vella. Ya me diréis qué harán tantos y tantos puestos de trabajo que básicamente vivían del turismo cuando éste ha desaparecido y cuando además se dificulta el acceso de los residentes en la ciudad y la gente del área metropolitana.
Colau una vez más olvida que Barcelona es el centro de la metrópolis que de hecho es Cataluña y lo que debería hacer en este momento sería dar alicientes y facilitar que del resto del área metropolitana y de Cataluña se desplazaran a la ciudad para consumir. No resolvería el gran agujero de la pérdida del turismo, pero sería un paliativo. Y estos visitantes si tienen que venir, lo harán básicamente con su vehículo.
Y todavía queda una tercera razón. Cada vez parece más evidente que, aunque de una manera secundaria, el SARS-CoV-2 también se puede transmitir a través del aire en lugares cerrados. Esta es la reclamación que un grupo de 239 expertos hacen a la OMS para que señale también esta vía de transmisión como peligrosa, que aunque no esté del todo verificada, puede tener incidencia en locales cerrados y en concreto en el transporte público. Los factores que inciden en este espacio cerrado son la duración, la concentración de personas y el contacto en superficies y las probabilidades de exhalación. En este sentido, es eficaz minimizar el uso del transporte público, porque es una garantía para los usuarios que no tienen otro medio de transporte, pero esto también significa facilitar los desplazamientos de los coches.
Si Colau quiere luchar contra la contaminación, que no es sinónimo de luchar contra los vehículos privados, lo que tiene que hacer es una política masiva de incentivación para sustituir los vehículos de gasóleo y de gasolina, dando más prioridad a los más viejos, por vehículos hidroeléctricos. Y sobre todo a corto plazo que las cuotas de distribución de mercancías, de taxis y coches de alquiler con conductor también sean híbridos o eléctricos.
Si Colau no cambia rápidamente de política, hundirá Barcelona. Mientras tanto, Collboni y el PSC hacen de invitados de piedra.