Carles Puigdemont ha decretado la extinción del PDeCAT, el partido heredero de Convergència y que hasta ahora ha tenido una vida agitada e incierta. Sin esperar el resultado del Consejo Nacional de este partido, que debe decidir si se subsume en una única formación, como quiere Puigdemont, o bien opta por la vía de Bonvehí de una alianza que mantendría la especificidad de los postconvergentes, Puigdemont ha señalado que el 25 de julio anunciará la formación de un nuevo partido. Ha escogido una fecha que coincide con la celebración del Consejo Nacional del PDeCAT que tendrá lugar el 25 y el 26, por lo tanto esta instancia del partido que debe tomar la decisión definitiva se reunirá bajo la presión del hecho consumado de Puigdemont. En el nuevo partido no hay espacio para organizaciones políticas, sino que las adhesiones serán a título personal y, por tanto, se prevé un trasvase de militantes del PDeCAT a la nueva organización.
Pero este proceso está tan cargado de incertidumbres que genera vértigo. Si en el cónclave del partido demócrata pierde Bonvehí, las consecuencias de los resultados son claras: no habrá problema y quedará configurado el nuevo partido que pretende Puigdemont. También habrá conseguido una pieza clave que ahora permanece en la incertidumbre, porque JxCat, la marca electoral que han utilizado hasta ahora PDeCAT y Puigdemont, es propiedad del partido de Bonvehí y, por tanto, sólo si éste aprueba disolverse en el seno de la nueva organización, que sería JxCat, Puigdemont podrá disponer de este marco. Un efecto colateral podría ser el abandono de algunos militantes, quizás atraídos por el PNC.
Pero ¿qué sucedería si, por el contrario, el PDeCAT decide seguir la posición que señala el actual coordinador? Se producirían dos hechos. Por un lado, una merma muy grande de militantes que no querrían compartir esta decisión y marcharían hacia las filas de Puigdemont. Por otra parte, la marca electoral JxCat no podría ser utilizada por el que fuera presidente de la Generalitat. Ello supondría la necesidad de un nuevo partido que previsiblemente ya tiene registrado, podría ser la misma Crida, pero que saldría con el hándicap de no haberse presentado formalmente a las elecciones y, por tanto, no dispondría de las ventajas en los espacios electorales públicos.
Junto a Bonvehí se han pronunciado una tercera parte de los alcaldes de esta organización, entre ellos los de poblaciones tan importantes como Tortosa, Reus e Igualada, mientras que Girona y Vic están claramente decantados por la banda de Puigdemont.
A estas alturas, todo parece indicar que Bonvehí está en minoría, pero en realidad nadie lo sabe, y de ahí el vértigo hasta que se produzca el concilio postconvergente.
Esta situación puede repercutir en el PNC, en el sentido de que puede acoger a descontentos con la integración con Puigdemont. Aunque sería más importante si fuera el conjunto del PDeCAT el que rompiera, porque entonces la posibilidad de un pacto entre estas dos formaciones sería más clara.
Estas dinámicas, en un periodo en el que en el horizonte se vislumbran las elecciones, constatan cómo la dificultad de las formaciones catalanistas para ponerse de acuerdo les quita posibilidades. Si en este momento estuviera configurado un pool formado por los partidos que determinarían un centro amplio, Units per Avançar, Lliures, La Lliga, Convergentes, incluso el mismo PNC con un candidato claro al frente, su capacidad de atracción sobre el inestable mundo postconvergente sería mucho mayor. Pero la losa del independentismo, en este caso más bien la sombra, condiciona también en este otro ámbito político la dinámica de pacto. La idea de captar una parte importante del voto independentista considerándolo incompatible con el voto catalanista que se refugió en Cs colapsa por el momento toda estrategia pragmática.
La verdad es que la cuestión no es fácil y que sólo la decisión o estudios electorales cuidadosos permitirían una elección que rompiera el bloqueo. Los tiempos han cambiado mucho, pero hay que recordar que la hegemonía convergente de más de dos décadas en Cataluña no la asumió Jordi Pujol en primera instancia, sólo sembró la semilla que le permitió ganar la presidencia de la Generalitat con los votos de ERC y Centristes de Catalunya, pero no fue hasta las siguientes elecciones, cuando desapareció esta última formación, cuando Pujol triunfó de una manera arrolladora porque heredó todos estos votos.
Puigdemont ha decretado la extinción del PDeCAT y el 25 de julio anunciará la formación de un nuevo partido Share on X