La protección civil es una competencia traspasada desde hace mucho tiempo a la Generalitat, y de nuevo ha fracasado de una manera espectacular con el caso de la explosión en una planta química de Tarragona, donde se han producido 3 muertos y varios heridos, además de generar un gran susto y sensación de inseguridad en la densa población urbana del entorno.
Y es que la secuencia de hechos señala un desbarajuste peligroso. Protección Civil de la Generalitat tardó 25 minutos después de la explosión en producir la primera alerta por medio de Twitter. Es demasiado tiempo de reacción cuando el hecho además es tan visible y espectacular, y el canal es abiertamente insuficiente. No todo el mundo, ni mucho menos, está permanentemente conectado a esta red. Y, además, la gente mayor está ausente de ella, por lo tanto, puede ser una vía complementaria pero nunca la principal para alertar e indicar el confinamiento de las personas en sus hogares. La Generalitat, que a lo largo de la noche y a pesar de la presencia del presidente Torra, del vicepresidente Aragonés y del Conseller Buch tuvo un papel francamente deslucido en sus comparecencias en la televisión, se ha refugiado en la justificación de que la empresa no les comunicó inmediatamente la explosión.
Pero es que el impacto sónico y lumínico fue tan espectacular que no había que esperar nada para señalar una medida de prevención tan elemental como es la del confinamiento. Asimismo, se produjo un factor de confusión, porque mientras unos vecinos recibían el mensaje a través de Twitter, la mayoría hacía observar que las sirenas no habían sonado. Hay que recordar que cada año se hace un simulacro, y que la pieza central de este es la alarma sónica que indica precisamente que los vecinos deben retirarse a los hogares o dentro de los edificios. El mecanismo reflejo que, mejor o peor, se entrena en estos ejercicios, ha quedado contradicho y sin efecto en este caso.
Además, Protección Civil informó que la población se debía confinar en un área muy grande que incorporaba no sólo los barrios del entorno, sino desde Tarragona hasta Reus, para poco después dejar sin efecto esta instrucción de confinamiento.
Es evidente que el Parlamento de Cataluña ha de intervenir. Hay que decir que los ciudadanos aún esperan que lo haga en un segundo caso que también ha castigado las tierras de aquella circunscripción, como fue el anegamiento provocado por el desbordamiento del río Francolí. Converses ya informó en su momento de las carencias que se habían producido, que eran graves e importantes. De la dejadez posterior que aún continúa en muchos aspectos. A pesar de todo ello, el Parlamento todavía se tiene que pronunciar, seguramente porque está ocupado en debates como los del aumento del sueldo de los diputados, que ha sido aprobado con extrañas unanimidades entre independentistas y no independentistas.