Es bien conocido que antes de ser un movimiento político, a principios del siglo pasado, el catalanismo fue un movimiento cultural, que conocemos como la Renaixença, para recuperar la lengua y cultura catalanas y preservar el derecho civil, que era la única parte que quedó después de la anulación de las constituciones catalanas por Felipe V.
Este tríptico -lengua, cultura y derecho civil- es la columna vertebral del catalanismo a lo largo de la historia, de tal manera que el autogobierno se concibió para servirles mejor y evitar que fueran devastados por la hegemonía española, su peso demográfico, sus leyes centralistas y el poder de un estado grande. A este pivote central se añadieron, con la evolución de la historia, otros elementos relacionados con el autogobierno, pero manteniendo siempre por encima de todo la primacía de la cultura, la lengua y el derecho.
Paradójicamente, a medida que el proceso y sus preocupaciones se han ido apoderando del escenario, muchos aspectos del autogobierno han quedado desatendidos. De hecho, la simple dedicación a gobernar las competencias con cierta eficacia ha quedado a un lado por el conflicto con el estado y, también, por las agudas pugnas internas entre republicanos, seguidores de Puigdemont y gente del PDeCAT. Pero el caso más grave de todo esto es, sin duda, la cultura, que ha llegado a una situación tan límite que ha hecho que todos los estamentos se unan para pedir que deje de estar marginada.
Las cifras, como siempre, aportan objetividad al tema. Los daneses dedican 880 euros por persona y año a la cultura, y los suecos 607 euros. Cataluña dedica 30. La diferencia es brutal. ¡20 veces menos que Suecia! Está claro que se puede decir que aquel es un país más rico que Cataluña, pero ciertamente no 20 veces más. Pero es que, si miramos países con rentas per cápita similares o inferiores a la catalana, veremos que el desequilibrio sigue siendo notabilísimo. Italia, 476 euros por persona y año. Portugal, 158, Polonia, que presenta un PIB por habitante claramente más pequeño que el catalán, 146. La situación es tan extrema que incluso Andorra dedica más de tres veces la escuálida cifra del gobierno de Cataluña.
En otros términos, la Generalitat debería triplicar el presupuesto de cultura para que nos equiparásemos con Polonia o Portugal. Ya saben cuál es el primer objetivo que nos llevaría a una situación en la que seguiríamos sin poder tirar cohetes.