Apreciados amigos:
Si un dato es hoy común en todo el mundo es el del aumento del sentimiento nacional y de los nacionalismos: en India, el Gobierno de Modi favorece un nacionalismo hindú como elemento de cohesión social ante el descontento general, con implicación directa para las minorías musulmanas, budistas y cristianas. En Rusia, Putin consigue aumentar la autoestima de la población con una reedición del sentimiento imperial ruso. En China, Xi hace sentirse unidos a todos los ciudadanos chinos manteniendo una fuerte identidad nacional que los que no comparten pueden aprender en esos centros de reeducación especialmente diseñados para la minoría uigur. En Estados Unidos los eslóganes publicitarios lo dicen todo: “América primero”, y punto final. En todos los países europeos han aparecido partidos políticos que de una u otra manera captan votos por su defensa de la identidad nacional.
España no es una excepción. Sólo basta ver el discurso de muchos de los partidos representados en el Parlamento. Somos conscientes de que vuestra primera reacción es decir que no sois españolistas. Consideráis que no sois nacionalistas como lo pueden ser algunos catalanes. Que el españolismo en todo caso no es nacionalismo; es patriotismo. Y que no os gusta que os igualemos o comparemos con otros. Debemos deciros que es la misma reacción que tienen nuestros amigos franceses, estadounidenses… y también nuestros propios amigos catalanes. Porque algo parecido sucede en Catalunya, donde bastantes independentistas niegan su nacionalismo.
A nuestro entender no hay nada peyorativo en ser patriota, tener identidad nacional o sentirse nacionalista francés, escocés o búlgaro, si hacemos con ello referencia al sentimiento de identidad o de pertenencia a un grupo social, generalmente vinculado a un territorio. Sentimiento nacional, que hace referencia a una nación . (La RAE define –entre otras acepciones– nación como: “3. Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”, y nacionalismo como “el sentimiento fervoroso” asociado a esa identidad).
El sentimiento de identidad nacional (de pertenencia a un grupo de referencia) es antropológicamente normal, común, y nos atreveríamos a decir que es necesario para articular las sociedades. El sentimiento nacional nos da raíces, un cierto sentido de la vida, crea un nosotros que hace que estemos dispuestos a ser más solidarios y apoyarnos más unos a otros.
Entonces, ¿por qué te escribimos esta carta abierta? Porque nosotros, tus conciudadanos catalanes, hemos visto y vivido una evolución en ese sentimiento de la que os queremos advertir. En Catalunya hemos pasado del mencionado sentimiento nacional positivo a otro fuertemente negativo. Hemos pasado de ese sentimiento que nos da identidad, que crea un nosotros que hace posible una mayor solidaridad; que es afirmativo; que exige el ejercicio de determinadas virtudes cívicas; coherente con la realidad de una sociedad y un mundo complejos; en el que se entrecruzan identidades…, a un sentimiento nacional que nos aleja y nos marca como diferentes; que no permite identidades compartidas (ridiculiza al que se siente catalán y español), que limita la solidaridad a ese primer nosotros , que ve en el otro más cercano una amenaza, un ser diferente con el que comparte poco o nada. Es excluyente y necesita estigmatizar. Nos diréis que exageramos. Es cierto: entre un sentimiento y otro hay muchos grados intermedios donde la mayoría de los catalanes nos situamos. Pero a fin de cuentas hoy estamos más cerca que ayer de la polaridad negativa. Y es necesario decir que, en el límite, el sentimiento nacional negativo ha llevado a Europa y al mundo a las mayores barbaries. Todos necesitamos un grado de autoestima. Es positiva. Pero en su versión negativa es el orgullo exagerado, que conduce al desprecio a los demás y a tal narcisismo que no permite ver los propios defectos, sino ver en el otro el origen de todos los males.
Muchos dirán que el mal está en el propio nacionalismo o en el sentimiento nacional. No es así, como hemos dicho, es un sentimiento natural y necesario para que la persona pueda ser persona. Pero como todo sentimiento y convicción, si se absolutiza y se convierte en un cuasi dios, nos esclaviza, nos enfrenta y nos destroza.
Por ello, amigos españolistas, os animamos a cuidar vuestro sentimiento de identidad nacional para que pueda articularse, compartirse, para que facilite la convivencia: unos sentimientos inclusivos. Una bella reflexión del escritor nigeriano Chinua Achebe lo resume mejor: “Tienes que encontrar la manera de aceptar algo del otro, por poquito que sea; de otro modo, nunca llegarás a ser completo”. Sobre un sentimiento nacional de este tipo es posible construir una gran comunidad humana.
No creáis que ante el surgimiento de un nacionalismo de la separación en Catalunya la respuesta es acentuar el españolismo, confundiendo unidad con uniformidad. Un foso no se supera construyendo un muro. Eso sólo acrecienta el problema. La respuesta al foso son los puentes. En eso estamos.
Con cordialidad.
Publicado en La Vanguardia el 27 de diciembre de 2019