Después de las grandes expectativas creadas por su incidencia en los medios de comunicación, hasta generar un despliegue extraordinario de policías y agentes de seguridad, la montaña parió un ratoncito. Hay que decirlo con todas sus letras, la acción de Tsunami Democràtic, fuera la que fuera, se convirtió en un fracaso y alerta de la fatiga en las filas independentistas, que de hecho ya podía observarse después de la sentencia del 14 de octubre. Porque, a pesar de la elevada tensión emocional, las movilizaciones, excepto la ocupación del aeropuerto, tuvieron un signo decreciente y su importancia fue causada por la aparición de una violencia hasta entonces insólita, y no por la dimensión de la gente en la calle.
La acción de Tsunami Democràtic fracasó a todos los niveles. Por un lado, los concentrados para manifestarse difícilmente debían superar las 5.000 personas, como se vio claro una vez comenzado el partido y habiéndose incorporado el público al interior del estadio. La actuación en el seno de este no fue muy diferente de la que se puede producir en un partido del voltaje del Barça-Madrid: banderas, cantos de independencia, y mostrar el pequeño cartel que exige que «España se siente y hable «(Spain sit and talk).
Muy poco, que además no dispuso de la mínima atención de las cámaras de televisión, y por lo tanto fue un modesto espectáculo, limitado a los espectadores asistentes al campo. El intento de tirar algunas pelotas inflables en el césped hizo patente que los organizadores son más bien personas de letras, porque es evidente que la baja densidad de las pelotas impidió que se desplazaran desde donde eran lanzadas hacia el campo. La resistencia del aire lo hizo imposible.
El tercer fracaso, también técnico, fue el de la pantalla de televisión, que no llegó a funcionar. Al final hubo disturbios con los Mossos d’esquadra, la quema de algunos contenedores, hechos que se van convirtiendo en el recurso final de todo acto y, eso sí, detenciones que aumentarán la nómina de damnificados por este tipo de concentraciones, que en esta ocasión no tuvieron el dramatismo de los enfrentamientos y contenedores quemados en el centro de la ciudad con motivo de la sentencia.
El tono que Tsunami Democràtic quería dar a la acción era muy contradictorio. Por un lado, no se atrevía a hacer nada que dificultara el partido, y por otro quería promover una gran acción. El resultado está a la vista, y junto a la fatiga incorpora un riesgo nuevo: la trivialización de la reivindicación independentista a través de la creación de significantes que quedan lejos de la trascendencia del objetivo que se pretende.