Con el ciclo electoral que se nos viene encima durante los próximos meses, el sondeo publicado por el CIS esta semana se ha convertido en el centro de atención de todas las miradas. Tras el fracaso de la previsión para los comicios de Andalucía, en que el instituto demoscópico público dirigido por José Félix Tezanos fue incapaz de detectar la alta abstención de los votantes de izquierda y el voto oculto a Vox, ahora nadie se fía del CIS, aunque todos miran de reojo.
Indecisos
Una encuesta que afirma que el 42% de los encuestados (con una muestra de 17.000 personas, la más grande de las que se utilizan en España) no ha decidido aún su voto ya nos alerta de su probable falta de credibilidad. Si además, las previsiones sobre la intención de voto y su conversión en escaños se efectúan a partir de fórmulas misteriosas que interpretan lo que votarán esos indecisos, y además se enfrenta a un elemento de incertidumbre, sin referentes previos en unas generales y con un alto grado de secretismo, como es el voto a Vox, las predicciones del CIS parecen abocadas de nuevo al fracaso.
Aunque los sondeos reflejan un estado de opinión en un momento determinado, y se supone que las campañas electorales han de servir, al menos, para movilizar a los votantes propios y desmovilizar a los del adversario, la prueba del algodón de su fiabilidad no llega hasta el día del recuento, el día de las elecciones. Veremos entonces si la encuesta del CIS estaba o no “cocinada” para favorecer, supuestamente, la victoria del PSOE y dividir el voto de la derecha (que se presenta ya muy dividido entre tres opciones después de años de concentración, sobre todo en las circunscripciones pequeñas, donde se llevaba siempre la victoria).
Efecto bola de nieve
Lo que nunca deja de sorprenderme es porqué los partidos y los medios de comunicación interpretan siempre en el mismo sentido los resultados de una encuesta, como si la previsión de que uno de esos partidos vaya a ganar comportara una sentencia de muerte para el resto. ¿Quién ha asentado esas bases? ¿Cuántas veces hay que comprobar lo contrario para olvidar la idea de que una encuesta siempre beneficia al que aparece como ganador? Es evidente que si esa es la interpretación mayoritaria, todo empujará hacia la victoria al que va primero. Es un efecto “bola de nieve” que parecería indiscutible. Pero, ¿y si precisamente el contenido de una encuesta, y la interpretación que de ella hacen los medios, modifica el voto de los indecisos, o bien los motiva a acercarse al colegio electoral, o, al contrario, les invita a quedarse en casa pensando que el resultado no va con ellos, porque todo está ya decidido? Nos encontraríamos con la paradoja de una encuesta que modifica los resultados que ella misma habría previsto. Un bucle interesante, y nada descabellado con un porcentaje tan elevado de indecisos.
Gana el PSOE, pero ¿quién gobierna?
El sondeo del CIS apunta a una victoria del PSOE (eso parece indudable), pero el resto de variables (incluida la posibilidad de que los tres partidos de la derecha sumen mayoría en el Parlamento), según mi opinión, está aún por decidir. El porcentaje de participación, el voto que puedan obtener Podemos y Vox en las provincias con menos representación (que inclinarían la balanza de diputados hacia PP o PSOE, ya que el sistema electoral favorece a las dos fuerzas más votadas en esas circunscripciones), la debilidad de Ciudadanos para crecer por encima de sus límites y el resultado que obtengan los partidos nacionalistas o independentistas, especialmente en Catalunya, serán las claves para desvelar las incógnitas que hoy por hoy, ni la mejor de las encuestas sería capaz de prever.
El resultado, como siempre, el día de la verdad. El 28 de abril.
¿Habrá sorpresas?
Article publicat al blog Cave Canem de J.M. Silva