La edad de inicio de las relaciones sexuales entre los jóvenes no ha hecho otra cosa que descender y actualmente se sitúa entre los 15 y los 16 años. Un factor clave de esta realidad, entre otros, es la facilidad con que los adolescentes pueden acceder al porno y sexo online.
En ese sentido, diferentes estudios alertan por el consumo de porno sin control entre adolescentes y niños, que puede empezar entre los 9 y los 12 años, y también sobre los efectos de consumir pornografía a estas edades.
Normalmente, ese precoz acercamiento de los más pequeños a ver relaciones sexuales o porno en internet se da en mucha mayor medida entre los niños.
Sin embargo, las chicas no están exentas de esos riesgos. Un informe presentado por una experta investigadora de la Universidad Estatal de Michigan revela los riesgos de las adolescentes al explorar sexo online, según publicaba el pasado 9 de abril el Institute for Family Studies (IFS).
La doctora Megan K. Maas, miembro de la facultad principal del Consorcio de Investigación sobre Violencia de Género en esa universidad, advierte de que, entre esos riesgos, están los de contraer VIH, las agresiones sexuales o la violencia de pareja, con las consecuencias traumáticas que se derivan de este tipo de experiencias entre las más jóvenes.
Otra de las conclusiones del estudio es que, con el análisis de las experiencias sexuales online, cabe predecir si las adolescentes podrían víctimas de agresión sexual un año después.
Los hallazgos derivados del estudio fueron publicados en el Journal of Youth and Adolescence y financiados por los National Institutes of Health estadounidenses.
Rastreo de experiencias online de las niñas
La investigación dirigida por Maas es la primera de su tipo en indagar sobre experiencias sexuales online utilizando un enfoque que identifica patrones específicos de comportamiento en subgrupos de personas, en lugar de observaciones generales en un grupo grande.
Este enfoque permitió a los investigadores rastrear las experiencias online de las niñas, y las experiencias subsiguientes fuera de las consultas online, más detalladamente que los estudios anteriores.
“Tiene sentido que participar en un comportamiento de riesgo online se traduciría en riesgos fuera” de internet, asegura Maas.
“Pudimos identificar patrones específicos de comportamiento online que se correlacionaban con la susceptibilidad a diferentes resultados fuera de estar en línea, que nunca antes se habían captado de los enfoques convencionales”, insiste.
Maas y sus colegas evaluaron datos de 296 adolescentes de entre 14 y 17 años de edad, quienes autoinformaron sus experiencias sexuales online y fuera de online durante cinco años.
Además, en ese tiempo, las menores visitarían un laboratorio cada año para una entrevista de trauma para medir experiencias como abuso sexual, agresión o violencia que pudieran pasar desapercibidas en una encuesta.
Cuatro patrones de experiencia online
“Al evaluar las experiencias sexuales online de las adolescentes utilizando el enfoque centrado en la persona, las pudimos agrupar en cuatro clases de patrones de experiencia, que predijeron los resultados de salud sexual y victimización un año después”, destacó la investigadora.
Estos son los cuatro grupos:
1. Inclusivo online, es decir las muy activas en internet. Estas adolescentes tenían una alta probabilidad de tener varias experiencias sexuales online, como mirar pornografía en internet, conversar con extraños sobre el sexo, enviar fotos de desnudos y posar de manera provocativa en las redes sociales.
En este grupo, a menudo las chicas se encontraban con extraños que publicaban comentarios sensuales en sus cuentas de redes sociales, solicitaban fotos de desnudos y les pedían sexo.
2. Buscadoras. Estas menores buscaban pornografía por internet, chateaban con otras personas sobre sexo y publicaban fotos atractivas en las redes sociales, pero a propósito no tenían una imagen de perfil sexy y no recibían mucha atención online de otros.
3. Las que atraen. Este tipo de adolescentes recibía atención de otros online, aunque no la buscaban explícitamente. Tenían un perfil sexi en las redes sociales, contaban con personas que solicitaban fotos de desnudos, recibían comentarios sobre lo sexis que eran y extraños les solicitaban para tener sexo sin conexión.
4. Abstinencia online. Este grupo tenía poca probabilidad de tener experiencias sexuales online.
Tres riesgos constatados
El objetivo de este sistema era identificar patrones online de experiencias sexuales relacionadas con tres resultados de riesgo fuera de línea un año después: riesgo de VIH, agresión sexual y violencia de pareja.
Descubrieron que las adolescentes del grupo de “las que atraen” eran más propensas a ser agredidas sexualmente que las “buscadoras”.
Las muy activas en internet era probable que fueran agredidas sexualmente o tuvieran relaciones sexuales de riesgo, especialmente si habían sufrido abuso o agresión sexual previa.
Por su parte, las “buscadoras” eran más propensas a tener una pareja romántica físicamente violenta, especialmente si habían sufrido abuso o asalto sexual previo”.
Conclusiones y recomendaciones
Maas destaca que sus hallazgos demuestran lo importante que es para los adolescentes recibir educación para comprender cómo las experiencias sexuales online pueden moldear sus experiencias cuando no están conectados a internet.
También espera que las escuelas y las familias eduquen a los jóvenes sobre la salud sexual y el consentimiento, así como las relaciones sanas, ya que sus experiencias online podrían tener graves consecuencias.
“En lugar de tratar de hacer frente a lo imposible, como eliminar la exposición de las adolescentes a la pornografía o la capacidad de tener relaciones sexuales, podemos y debemos educarlas sobre estas realidades y riesgos y ofrecer alternativas para aprender y expresar la sexualidad“, advierte.
Maas considera que sus hallazgos puedan inspirar a los padres a hablar proactivamente con sus hijas sobre los riesgos a los que se enfrentan cuando están online, así como a establecer reglas al comienzo de sus vidas que puedan evitar que las niñas pongan demasiado énfasis en su presencia sexy en las redes sociales.
“La mejor estrategia que pueden seguir los padres es limitar el tiempo y el espacio para el uso de Internet“, aconseja la experta investigadora.
Cree que es bueno “establecer un límite de tiempo para que puedan estar en un dispositivo y no permitir pantallas en los dormitorios. Hay aplicaciones para padres que pueden ayudar a controlar el tiempo de pantalla, y muchas formas de involucrar a sus hijos en actividades que no dependen en absoluto de Internet”, agrega.
Por otra parte, Maas planea explorar por qué estas experiencias online predicen el riesgo cuando no están conectadas a internet, así como la victimización. Por ejemplo, si las adolescentes se sienten obligadas a participar en actividades sexuales no deseadas si ya enviaron una foto de desnudo, o si los niños se sienten con derecho a tener relaciones sexuales con niñas con perfiles de redes sociales atractivos.
A modo de conclusión, Maas espera que este estudio de seguimiento clarifique estos hallazgos para proporcionar una guía más específica para la salud sexual y la programación de seguridad en Internet.